24 diciembre, 2015

Cartas a mis idilios fatales.

Por que sí, joder.
Por que es Navidad y me entra la nostalgia.
Por que mi vida amorosa va cuesta abajo y sin frenos (aunque H. aporte un poco de luz a tanta oscuridad)
Por que yo soy yo, y necesitaba hacer un recuento de las veces que he salido perdiendo en una relación. O no.

Por que soy M y con M. empieza la cronología.

Y os voy a contar cada una de las historias.

  Imagen de girl, grunge, and hipster
Como los elementos de un universo, 
volvemos a ser átomos dispersos

09 diciembre, 2015

Dos años desde la última tormenta.

Hoy voy a coger un puñal y a abrazarte por la espalda.

Hoy voy a ir a buscar a H, y darle un buen beso en los labios. Entonces no diré nada, porque sé que H no se extraña que haga esas cosas cuando el alcohol está metido de por medio.

Porque sé que no puede negarse a cualquier cosa que tenga que ver con tropiezos con mi boca y ron barato. Entonces me daré la vuelta decidida y me iré, y sentiré cómo me recorre el cuerpo con su mirada. Y escucharé sus pasos detrás de mí, preguntándome por qué lo he hecho aun sabiendo la respuesta.

Y entonces yo seguiré mi camino y haré como que las palabras se me cuelan por un oído y se me salen por el otro, aunque en realidad estoy secretamente planeando una buena respuesta por si se atreve a cogerme del brazo y exigirme más. Algo más.

H siempre espera algo más.

Como cuando bajó su mano por mi cintura, abajo, abajo, hasta llevar a la curvatura de mis caderas. 

Como cuando me volví a marchar riendo, y él supo al instante que le acababa de rechazar. Pero en ese momento le dio igual, porque sabía que iba a volver a proponérmelo de nuevo, y que algún día le aceptaría.

Quizás cuando lo nuestro fuera algo más que amistad. O eso es lo que creemos.

H siempre me sigue como un cisne a su madre, como un cachorro a su dueño. Nunca me ha gustado definirlo de esa manera, pero es la única forma que se me ocurre cuando me fallan las metáforas y se convierten en simples símiles.

H siempre acaba buscándome. Y me encuentra. Y suelo girar la cabeza y ver que está allí, un par de cabezas más alto que yo, mirándome. Atento a lo que digo, para entonces poder soltar él unas cuantas palabras y seguir hablando. Y hablando. Y hablando.

Porque le encanta hablar y a mí escucharle, aunque él piense que no le estoy echando cuenta.

Me gusta que piense que no me importa lo que dice, porque así de una manera u otra mantengo su guardia alta y firme.

Y es que me distraigo a menudo.

Se repiten los: “M, ¿me estás escuchando?”

Yo asiento y sonrío, y digo algo relacionado con lo que me estaba contando. Allí sigue relatándome alguna historia que comprende chicas y música, en un falso intento de ponerme celosa. Pero no entiende que yo sé jugar mejor que nadie.

A veces pienso que él sabe que no me voy a enfadar. Otras veces de eso es de lo único que me habla, y muestro un poco de hastío para contemplar su reacción.

Normalmente, suele pedir perdón repetidamente, o asegurarme que él no ha hecho nada. O contarme una y otra vez que estaba demasiado borracho pero que se aseguró de controlarse lo suficiente.

Entonces volvemos al partido. M 1 – 0 H.

La diversión se esparce entre carcajadas, sonrisas y conversaciones. Charlas que siempre acaban siendo interrumpidas por chicas que acuden a que H les dé su momento de felicidad del día. O eso parece.

Transcurren los minutos y vuelven a dejarnos solos.

Somos él y yo, rodeados de gente pero a la vez en nuestra propia isla desierta. Suficientemente lejos de la gente para mantener la privacidad, pero suficientemente cerca como para no levantar sospechas.

Estoy riéndome. Le exijo un beso a H con tono burlón. El sarcasmo forma parte de mí.

Él se niega.

Abre los ojos como platos, sabe que en toda broma hay parte de verdad.

Es bastante obstinado para esas cosas. M 1 – 1 H.

Me cuesta, pero eventualmente, me acaba dando lo que le he pedido.

Sospecho que tarde o temprano comenzaremos a hacer lo que yo quiera como en una obra de teatro.

Que empezaré a relatarle a Shakespeare y a colarle frases de Romeo y Julieta, de Lisandro y Hermia, de Antonio y Cleopatra, de Desdémona y Otelo…  sin que se dé cuenta.

En este juego estamos empatados, pero que yo ya quiero ganar.

Porque…
Con el tiempo odiamos lo que tenemos a menudo.
Antonio y Cleopatra. Acto I. William Shakespeare.





PS: Hace tiempo que (M)aybe cambió. Dos años. Hacen ya dos años de M, en el que C y H han cobrado más que protagonismo.Maybe se conviertió en febrero, y comenzó a romper corazones y comportarse más bien como describía su signo del zodíaco. Imprevisible, frívola, astuta. Invernal. 



14 febrero, 2013

Hablo de irnos a vivir al norte para no perderlo. Para no perderte. Para no perdernos.

Aquel día hacía frío, de ese que te congela las manos hasta hacértelas esconder bajo las mangas de los chalecos. Ni las nubes se salvaban de la brisa, que traviesa, las movía a su antojo, como un frenesí de tonos claros.
Aquel día tenía la cabeza en las estrellas, internada en sus brillos, aunque por entonces no había caído ni la primera gota del atardecer.
Quizás es que esperaba en encontrarme con unos ojos vivos, danzarines, temerariamente risueños.
De esos que saben ser amables, y en un instante, relampaguear de indignación.
Que iba mirándome los pies por no encontrarme con tus ojos, temiendo soltar cualquier tontería de esas que te cierran la boca con una cremallera.
Quizás es que la cabeza me daba vuelcos por momentos, y lo que deseaba, cambiaba drásticamente.
E intentaba evitarte. Pero no podía.
Te miraba y no sabía si acercarme (y arrancarte la camisa), o esperar un poco más a ver si me mirabas tú a mí.
Hablo de irnos a vivir al norte para no perderlo. Para no perderte. Para no perdernos.

(M): Y esto es todo lo que voy a contaros. Podría deciros que pasó después, si mi rutina se me hizo como el plomo, si me entumeció los brazos de cargar con ella a cuestas, o si mi pulso cardíaco se aceleraba minuto a minuto. Pero no puedo. De verdad.
Id cogiendo los paraguas, por que dentro de (M)aybe se desata una tormenta.

(Te sigo como siguen los puntos finales.)

07 enero, 2013

Allí donde dijiste tu primer "quizás".


Me miraste con aquellos ojos que sólo ponías una vez en la vida. O dos, en mi caso.
-Responde, respóndeme a mi pregunta. ¿Aún me quieres?
Suspiré para no quedarme sin aire, expulsando el poco aliento que me quedaba, y hasta el suspiro se quebró.
-Quizás.-me susurraste.

Si no dije nada, fue por que no podía. La tensión detuvo mis latidos, tu mirada penetró como aire en mis pulmones. Sabía que mi voz iba a sonar como una brisa rota, como si no me quedasen más fuerzas que para darme la vuelta y huir de allí, arrastrando los pies. Por mis venas corrían trozos de hielo, y se cosieron mis sentimientos.
Aquella palabra continuaba resonando en mi cabeza, aplastándome la razón.
Quizás hubiese sido mejor no haber aprendido a amar, quizás hubiese sido mejor aclarar mis intenciones o secarme la garganta antes de hablar.
Quizás.
Tus pupilas suplicaban una mirada, una respuesta, algo que fuese diferente a aquellas canciones de los 80 del bar de la esquina.
Tenía miedo de hablar y dejar que recolectases mi voz rota para tu colección de bohemios imsomnios.
"Atrévete a acompañarme esta noche, vamos a andar por ese tejado"
Sonabas como la letra de una melodía, de un grupo de tres al cuarto.
Através de esas palabras vislumbré que no habías cambiado, y una vez más me tendiste la mano.
Quizás seguirte por una noche no me ocasionaría problemas.
Entonces fui ingenua, pensando que podría tener una noche tranquila, acompañada de una persona caótica.

27 diciembre, 2012

Adiós, adiós... 2012.

Lo mejor del 2012, sin duda.
Fue encontrar esa gente que ahora más que amigos, son mi familia.
Este año me deparó más cosas de las que me esperaba, más de las que podía asimilar.
Lloré sentimientos y me tragué lágrimas.
Me enamoré, me desenamoré, me volví a enamorar, y otra vez desde el principio.
Personas dejaron mi corazón, y otras ocuparon esos huecos vacíos que dejaban tras de sí.
¿Y qué puedo decir?
Que gracias, gracias por este año más que pasa. Gracias a todos.
Este año aprendí que lo que hoy son errores, mañana son experiencias.
Que no se madura con los años, si no con los daños.
Y que la distancia y la diferencia de edad sólo interfieren en una relación si el nivel de amor no está muy alto.
Que unas cuantas palabras, con 3 son bastantes, te pueden hacer sentir como si tu vida ya no valiese para nada, asimismo esas 3 palabras hacen falta para hacerte sentir como si el contador de pulsaciones y los días parasen, y el tiempo se detuviese.
Te herí con la peor de las verdades, y tu me heriste con la mejor de las mentiras.
Aprendí que la banda sonora de mi vida la forman esas canciones que me recuerdan a alguien, aquel o aquella que dijo alguna vez: "esta es nuestra canción", esa canción que en sus versos esconden un deseo, un recuerdo, o cualquier parte de mi memoria.

27 noviembre, 2012

Soñando entre materia y agujeros negros.

-¿Sabes de qué están hechas las estrellas?-Preguntó Alexei.
No pensé en nada, y a la vez pensé en todo, mientras miraba hacia el cielo, cubierto de puntos brillantes.
Abrió su chaqueta y sacó una pequeña bolsita de cuero negro.
Esparció un poco del polvo que había en su interior a su mano.
-Esto. Esta es la llamada "materia de los sueños". He pasado la vida estudiando la distribución en la Vía Láctea, la cinemática, la luminosidad... Y aún a día de hoy no las he tocado. Ni una sola vez.
Alexei extendió su brazo, como si de verdad se hubiera convencido de que podía tocar esa mezcla casi mágica.
Se le escapó una lágrima desde su corazon de metal.
-Comandante, yo...-Rompí aquel silencio intentando hacerlo más ameno.
-¿Subimos a la nave? Es hora de volver a base. Seguro que Mikhalei se está preocupando por ti.
-¿Mikhalei? Él está muy ocupado con sus cuerpos celestes y sus cápsulas criónicas. Evade al mundo, y el mundo le evade a él.
Alexei rió por unos momentos, y, mientras se secaba las lágrimas con la mano izquierda, me tendió la derecha para ayudarme a levantarme.
Me partía el alma verle así.
Y más cuando siempre decía que los hombres no lloraban.
Subí la cabeza, y pude ver unas letras inscritas en la nave. Ursa Major.
Esa era la forma de volver a casa, si es que se podía llamar de esa forma.
Se podía decir que no era casa de nadie, pero también era casa de todos.
Sólo sé que nosotros éramos quien llevábamos el control de esa área de la galaxia. No sé cómo todo acabó así, pero sé que estoy muy, muy lejos de mi verdadero hogar.
Antes de entrar, Alexei se giró hacia mí. "¿Conoces la constelación de Perseo?" me preguntó.
Hice gesto de negación con la cabeza, y prosiguió. "Perseo está situada entre Casiopea y Auriga, por lo que es muy fácil de localizar. Perseo era hijo de Zeus y de Dánae. La hazaña más meritoria fue la muerte de la medusa Gorgona. Ésta tenía una mirada tan temible que convertía en piedra a quien miraba."
Señaló al cielo, detrás de mí, y me giré. Pude contemplarla, y os aseguro de que era preciosa, un lujo para no pestañear, para quedarse perpleja.
Unos minutos después, ya estábamos embarcados en nuestro viaje de vuelta.
Mientras observaba a través de la vitrina el exterior, me vi envuelta en pensamientos.
Alexei. Él era joven, pero tenía una inteligencia que asustaba. Supongo, que era eso lo que más me atraía de él.
O quizás no.

20 octubre, 2012

¿Cuántos lunares tiene tu espalda?


Llámame nostalgia por querer tenerte a una edad tan temprana, llámame locura, bipolaridad, esquizofrenia... Pero esta noche daría mi vida por conocer la tuya.

Dime, ¿Cuántos lunares tiene tu espalda? Quiero deslizarme por cada uno de ellos, dejando un suave rastro de éxtasis que puedan llevarme hacia tu cuello. Y una vez allí engañar al lóbulo de tu oreja, haciéndolo mío durante horas. Que poco a poco conozca mi lengua y... en un descuido, llegar a tu boca. Quiero recorrer tu vientre haciendo un alto en cada gemido, quiero plasmar ese sonido en mi tímpano y recordarlo cada vez que tenga que echarte de menos.
Porque no fuiste tú el que jugó a buscarme en el puerto, ni fueron tus manos las que recorrieron mis piernas, ni fuiste tú quien me secó las lágrimas en aquel avión ni quien me regaló una pulsera un día de feria. Pero sin embargo, cada minúscula parte de mi pasado me tienen hoy escribiéndote canciones, inventándome acordes... O diciéndote esto. Porque cada paso que di con quien creí que eras tú, me acercan a escuchar tu risa.
A conocer tu nombre, el color de tus ojos, el tacto de tu piel, las atracciones de tu cuerpo. Tú serás mi montaña rusa y yo la niña que espera en la cola, callada, tímida y a veces demasiado romántica, pero tú seguirás siendo mi montaña rusa.

Y yo… ya estoy esperando en la cola.

Nubes~